
Sería como un sábado a las 7am en un parque, una caminata sin nadie en la ciudad. Un café solitario. Una bolsa de basura nadando sobre Vasconcelos. No notarás el cambio de que ya no rondas en la tierra. Piensas que estás en un sueño, pero habitas donde siempre quisiste estar, en paz, solo, sin ruido, sin distorsión, sin palabras. Caminas las avenidas donde atropellan a doce ciclistas diariamente. Las montañas están llenas de apatía. Está nublado, parece que va a llover pero nunca va a pasar. Hace frío, aunque habitas un desierto vacío, no tienes prisa de cubrirte. No tienes prisa de quitarte el dolor, porque por primera vez no sientes. No hueles, no saboreas la brisa. No sabes vivir en paz, porque nunca lo has tenido que hacer. No sabes sonreír así que intentas sonreír a tu reflejo. Dios aparece entre las nubes como un rayo de sol todos los días a la 1:28pm. Con una oración que te hace revivir un poco. Se te olvida que estás en el cielo. Cada quien vive en soledad en su propio paraíso. Parece ser el peor infierno. Creo que le faltó mencionar eso al Padre Raymundo, estarías más tranquilo si lo hubiera sabido desde antes. No sabes como lidiar con el mundo porque ya no existe. Ya no tienes con que o con quien quejarte. Solo contigo mismo. Huele a lluvia, pero el pasto está seco, los árboles se mueven pero no se siente el viento. Caminas cantidades exageradas solo para no estar estático, porque al estar eso mismo es donde más te arrepientes de todo lo que nunca pudiste hacer. Vas dándote cuenta que los ecos que escuchas sobre las avenidas son de todas las mentiras que dijiste en tu vida. Ahora el cielo se llena de decibeles. Ahora el cielo se distorsiona. Cada monosílaba falsa que prometiste navega tu mente. Te aturde y no sabes en qué dirección respirar. El cielo no te deja llorar. No puede existir humedad entre tus párpados. Esperas que sea la 1:28pm para que puedas recibir tu cifra diaria de esperanza para darle sentido a esta realidad. Esperando que cambie. Esperando que acabe. Esperando que llegue Dios a salvarte. Esperando que el sol nunca baje. Esperando llegar a Edén. Esperando el cielo prometido. El paraíso. El lugar donde están todos tus ancestros esperándote, el lugar donde todo el sufrimiento tendrá sentido, dónde está tu perro de la infancia corriendo hacia tu olor, donde está el hijo que perdiste en el segundo trimestre. Dónde está tu madre esperando un abrazo desde que falleció. Dónde está tu hermano al cual nunca te pudiste despedir. Donde están todas las almas que brillan sobre tu cuerpo. Está la persona que pudiste ser, la versión de ti que nunca podrás llegar a ser.
Piensas que Dios te metió a un sótano de tortura. No esperas cambio. No dices nada. No lloras. No sabes portar incertidumbre. Eres invadido por todo lo que siempre quisiste ser. Un ganador. Y pierdes todos los días. El rayo de sol siempre se tarda en llegar. 7 segundos de oxígeno en las ondas del océano pacífico. ¿Cómo vivir con 7 segundos? ¿Cómo vivir de una promesa del catecismo? ¿De una promesa que parecía tan simple cuando la decía la maestra de religión? ¿Cómo vivir, si ya moriste?
Eugenio Gutiérrez, ©2025

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