Martes de insomnio

Eugenio Gutiérrez


Colonias desérticas

Veo mis huellas en la arena, veo mis lágrimas secas caer lentamente sobre pozos de granos que me gritan. Siento calor, pero no tengo prisa por quitarme la sudadera, tampoco por avanzar, ni siquiera me apresuro por buscar agua.

Me siento alejado de mis principios cuando le doy la espalda al sol. Se me quiebran los huesos cuando tengo el pensamiento que mi perro no me reconozca, que ya no corra hacia mi dirección. Me lo imagino cubierto de tierra, sin ganas de brincar, congelado, dentro de la casa del infierno.
Pero cada vez que lo veo a los ojos no tengo preocupaciones sobre él, ni sobre mi, ni sobre la clase de matemáticas, cuando juego con él, no veo mi reloj, no veo como se ha manchado mi ropa, sólo le pongo atención a sus orejas que se mueven atentas para protegerme.

Veo mi casa infernal, fantasmal, que me cobra entrada. Todo el desierto entra en un estado mudo cuando me acerco a la puerta que ya no existe, mis memorias de ahí me marean, lloro sobre el piso. Mi pulso va más rápido que una canción de Metallica. Mientras entro a la casa del fuego trato de no recordar lo que pasó, mejor intento imaginar lo que puedo crear, dejar atrás las cenizas, construir un metrópolis de árboles con las cenizas que sobran de nuestros pasados. 

Empiezo a ver junglas crecer en el desierto, junglas plantadas por las suelas de nuestros zapatos. Empieza a crecer la ciudad, el alma. Poemas por las calles, cultura, todo creado sobre una memoria, un desierto a una ciudad. 

Me acuerdo de sonreír, de levitar, de hacer tus labios vibrar, de hacer tus pecas girar hacia el sol, mis manos hacen cirugía sobre tu pelo. Escucho “El amor después del amor” en la peluquería, sonrío un poco, amo mucho, abrazo más de lo usual, miro de cierta manera.

Eugenio Gutiérrez, © 2023



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Sobre Mí

Soy Eugenio Gutiérrez y mis ojos están llenos de historias.

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