
¿Qué es lo que hace a uno ser poeta? ¿Qué me citen en presentaciones de primaria? ¿Qué me usen como un ejemplo cuando mencionen mexicanos exitosos? Cuando la muerte nos inunde lo único que vivirá serán mis palabras, sujetos volando por la noche tratando de buscar sus predicados.
Los poetas rondan por las calles, flotando, parpadean poemas en código morse, hablan sin trabarse, y pueden romper vidrios sin rasparse las cejas, pueden perfeccionar equivocarse.
Los poetas cuestionan todo, y aman que odian los domingos, viven todos los días como el primero o el último, cualquier clima los inspira, cualquier temperatura. Su mejor amigo es la pluma, aspiran a la soledad, pero cuando ya está oscuro, solo esperan que alguien regrese con ellos, no se quieren levantar solos los lunes.
Los poetas se esconden dentro de la tierra, en cuevas sumergidas dentro de los volcanes, sus letras causan las erupciones. Le temen a la hoja en blanco. Abusan de las épocas, de los años, quieren que los celulares exploten y que la gente escuche los poemas de Gabriel García Márquez, que los traumas se evaporen, y que olvidemos los dolores.
Que las cueva donde vivimos sea helada, para que las letras nos quiten el hielo de encima.
Entre cada minuto que la noche vence, estamos más cerca de cuestionar nuestras decisiones, de arrepentirnos de los besos que nunca dimos y de uno que otro que regalamos.
Duele la pierna, duelen los ojos, quieren cerrarse, pero el alma me mantiene despierto, inventando preocupaciones, o exagerando relatos, tomando muy en serio la mirada de una chica, pero ¿y si me quería decir algo?, ¿Y si era la mirada? Mi mente sólo quiere dormir, pero algo de los ojos de una extraña me mantiene despierto, es tan especial una mirada cuando no conoces los defectos de amar, o de esperar.
Los poetas viven de la nostalgia, de ese sentimiento cálido de Navidad cuando sientes el frío desde la ventana de la casa de tu abuela, de ese sentimiento provocado por la música que escuchaste alguna vez en la sala de espera del dentista. De extrañar ese olor de aquellas tiendas de juguetes, de la añoranza de escuchar la música que tu padre te ponía en el carro, y tanto te quejabas…Ya no te quejas.
El poeta se mueve con el aire, pide por sol, pero reza por lluvia, siempre espera los atardeceres y siempre tiene una pluma en el bolsillo izquierdo.
Eugenio Gutiérrez, © 2023

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