
Página en blanco atando mis manos, al teclado le salen espinas, el calor ahuyenta nuestras iniciales para denunciar nuestros sueños, el pavimento se olvida de nosotros mientra desgasta nuestros zapatos, los olores de donde venimos inundan nuestros ojos.
Escucho las melodías de Cerati, imagino desbalance al hablar, incertidumbre cuando vienen las miradas, interacciones de amor tratando de ser recuperadas. Imagino esas noches cálidas, dónde los poemas riman, y la perfecta excusa de evitar sonreír es que ya lo estamos haciendo.
Imagino una rubia de pelo chino, ojos llenos de nubes gigantes llenas de polvo espacial. Ella se pararía con la pierna derecha medio paso hacia atrás, y una mano en la cadera.
Mientras muero regreso con pasos lentos hacia la casa de mi demonio, hacia las escaleras que se derriten como paleta en la humedad de los sábados grises.
Ahumada es como se encuentra la ropa repetida de domingo, porque dudamos de lo hemos hecho, porque no existen los puentes opcionales, ni saltarnos melancolías, mucho menos brincar sobre ríos de pecados ya confesados.
Quisiera despertar olvidándome donde me encuentro y qué mes es, que el monte nos aviente brisas frías, caminar lentamente inclinado hacia atrás, con un fondo azul fuerte, y una nube de humo rodeándome constantemente.
Contar las moléculas que inhalo, presenciar mi muerte en tercera persona, quiero que el frío se sienta como abrazos. Hoy te encontré a cuatro pasos del río, con tus ojos invadidos por la noche, me quedé viendo hacia arriba y descubrí como las estrellas le temían a tu mirada.
Eugenio Gutiérrez, © 2023

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