
Entre tantas hojas garabateadas el pibe se inspira por cada mujer que entierra sus tacones en el cemento de las calles que no paran de reconstruirse.
Los atardeceres le llegan al alma, las noches le congelan el cabello. Una mujer perfecta controla sus muñecas como un títere para hacer algunas palabras sonar con razón. Esas sílabas sólo le hacen razón a él. Suficiente.
Cada palabra le suma una estrella a los ojos de él. Cada rima lo detiene por un momento, y una mirada le sugiere el escape de la metrópolis.
Cada martes él deja su libertad bailar frente a sus ojos, baila lentamente para crear historias con reinos de amor incompleto, con fugas de incertidumbre. Y así cincuenta y dos martes seguidos.
Eugenio Gutiérrez, © 2024

Deja un comentario