
Él se rompe junto al viento, se le olvidó mencionarle a ella que hasta los locos leen poemas, que los fraudes aceptan la victoria cuando pierdes esperanzas sobre la noche de los sanos. Ellos esperan que regreses a casa, que seas notario, que tu ciclo de sueño sea estable. Pero hay una chispa inundada que me deja preocupado sobre el fuego, y una gota de lluvia que me advierte sobre el huracán. Siento cuando viene la tormenta hacia mi, la ciudad se cubre por roscas grises que dejan tristezas y desilusiones sobre los pasajeros de los taxis cualquiera. Que las junglas dentro del corazón de los desiertos son infestadas de furias escondidas en el néctar de las flores más extintas del mundo.
Él se siente como un día de lluvia, y ella como la tierra después de un aguacero. No se dan cuenta que llueve hasta que las luces de la calle les avisa. Ella es la que guarda escombros de verdades en sus cejas, tiene los secretos del universo en los labios, él alrededor de sus ojos, esto les determina el ánimo con el que vivirán el día. Él se siente a dos pasos de enamorarse, a tres parpadeos de regalar su alma y llenar su libreta de las historias que ella nunca va a poder leer. Ella pone atención en cómo habla él, su lengua empieza a patinar sobre su paladar. Escucha frases cada vez que respira, se inspira sólo en pensar cuando hablará con ella. Él vuelve a soñar, brinca en cada pasillo que caminan.
Él le miente sobre sus gustos para que se alineen con los de ella. Intenta encontrar razones para comentar sobre su pelo.
Se arrepiente sobre sus romances, recuerda el amor que nunca amó, recuerda otras sonrisas, otras mejillas. Él quiere volver a empezar, quiere que de tanto buscar se le aparezca una figura al final del pasillo, y que lentamente sobresalga su mirada y cambie el color de sus ojos.
Suena a fin de semana cuando canta con ella, piensa en la luna de miel que tendrán. Ambos están locos. A ella le gusta Calamaro, le gusta bailar con los ojos cerrados, y abrazar la música, analiza los poemas dentro de sus ojos, controla el fuego, le da chispa a sus miradas, quema su exterior y calienta sus memorias, está loca, está hermosa. No basta que la piense siempre, cada vez que la ve, se sorprende. Corren por las calles, el cielo se refleja en las avenidas como si fueran lagunas, y el atardecer se mantiene estable para el convenio de su futuro.
Eugenio Gutiérrez, © 2023

Deja un comentario