
Me siento en la silla donde se siente un poco más frío de lo normal, ese lugar donde se pone gris a las tres de la tarde, donde se prenden solos los cigarros, donde escuchas más las voces de consejos.
El carbón no prendía, el perro ya no hacía desmadre, el alcohol quemaba la tierra sagrada. En mi libreta sólo veía llantos, garabatos de miseria, sólo comas tratando de gritar un mensaje.
Sentía las calles despejadas, los ojos de todas viendo mis manos, futuros pasaban sobre mis talones.
Prometo no verme en el espejo, prometo no amar cerca de la noche, prometo dormir, prometo entender qué causa la lluvia, si seguimos y seguimos corriendo chocaremos de vez en cuando, nos miraremos y nos acomodaremos el cabello.
Seguir esperando el invierno, esperar que la nieve caiga poco a poco, que nos congele, no todo. Que nos dejen los ojos, que el hielo nos cubra como cobija, que solo nos veamos a los ojos, como quiera tendremos la eternidad para resolver todo el universo con la mirada.
Se siente falso que se puede ofrecer todo, que mis manos están siendo controladas por un espíritu navideño lleno de nostalgia, aventando letras hacia tu mente.
¿Me darías tus manos para darte mis años? Y si nos turnamos lustro por lustro para amarnos, yo empiezo.
Eugenio Gutiérrez, © 2023

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