
No me esperaba ese saludo, las voces del prójimo se escuchaban cómo balacera externa, no veía las caras de nadie. Imaginaba mis propias situaciones, mis propias preocupaciones. Hasta que llegó ella y sus ojos que jamás había visto. Una sonrisa desconocida que me causó tanta intriga, me hizo pensar en el destino, en los eventos de probabilidades, pensé que todo lo que ya tenía imaginado pudiera cambiar, solo con una sonrisa.
Deber tantas líneas a las hojas, pedirle perdón a la inspiración por fallar, pero sentía invitaciones de cartas, invitaciones de conversaciones hundidas en lágrimas, de llantos de guerra. Admiraba su presencia que duró menos de un parpadeo. Fuera de sus ojos no me fijé mucho, veía una camisa que le quedaba grande, sentía grandes miradas pospuestas, horas eternas de pláticas esperándonos. Me imaginaba tanto futuro, tantas lágrimas, otra línea de tiempo, otra realidad; todo con sólo un saludo y una despedida. Me sentía asustado por lo alarmante que fue la interacción. Yo entendí que ella quería que le diera mis lustros, que le regalara mis próximos poemas, y mis gritos que estaban por lanzarse a sus oídos.
Veía su pelo como líneas de una canción olvidada, de un poema musical favorito, de la infancia, del que no te acuerdas el nombre. Su caminar me sorprendió, su cadera me llamaba, me esperaba todos los fines de semana. Imagino todo con exageración, porque sueño con el momento que podré regalar mi pasión. Terminó el cuarto de segundo, y quedé pasmado pensando medio minuto en su mano blanca donde podrían caber mil historias, las mil historias que no conocía, y las diez mil historias que estaba dispuesto a regalar.
Después de mil días y almas reemplazadas, aseguramos que los instantes de los viernes a la hora donde el sol se niega a descender, cambian apariencias para las próximas décadas, cambian los poemas, y las inspiraciones. Sólo por querer ser amable se puede crear algo más que formalidad. Terminaste las tristezas de mi naufragio, empezaste a enseñarme a gritar y terminar con dolores presentes. Sentía tus lecciones con miradas, sentía tu ser aventarse a mis manos mientras que se derretían sobre las hojas que te dedicaba.
Juraba terminar con mis sueños de volverla a ver, pero no sabía los abrazos que me faltaban experimentar.
Eugenio Gutiérrez, ®2023

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